domingo, 2 de febrero de 2014

LA COLUMNA DE RAMÓN B. PAULINO : MACORÍS DEL MAR

Macorís del Mar como a ella le gusta ser  llamada, y Don Pedro Mir, su poeta, tienen una tragedia común: la muerte

Para uno ,la muerte corporal;para la otra, marina,azucarera,zona franquera y portuaria, la muerte económica.

Parece ser que la tragedia de la muerte, con todo el respeto que me merece, consiste,no tanto en la desaparición o desesperación ,si no mas bien en la interrupción de una trayectoria.

La verdad es que a nadie preocupa la idea de apagarse como candil o luciérnaga y hundirse en esa nada.

Cada uno discurre llevando su propia muerte,y la conciencia de llevarla da una dignidad singular,un silencioso orgullo que solo resulta molesta cuando nos cierra sobre el pecho o ahoga.

Macorís del mar,a esta ciudad se entra por varias vías;la férrea,la fluvial,la aérea,la marina,la terrestre y la sentimental.

Esta ultima es la de mas difícil acceso,ya que por ella solo transitan los elegidos ,tiene el inconveniente de que no conduce mas que a algunos aspectos de la ciudad.

Tomando esa vía se descubre de repente que Macorís del mar ha muerto.Es seguro,que ha muerto como una novia,en medio de su sonrisa. Pero las muertes sonrientes no son menos muertes,Macorís del mar ,por consiguiente ha muerto
.Hacia el techo se ve aún tenderse una escalera de mano que, como la muerte fue tan brusca,producida por el cierre de los ingenios azucareros por el señor Leonel Fernadez,el obrero que la puso allí,no tubo tiempo de retirarla y allí esta acodada a la solitaria mansión inconclusa.

Dentro de la misma ciudad hay casas abandonadas,aún con sus muebles,que hace pensar que sus habitantes están en la esquina y no tardaran en llegar,calles que calcularon mal el futuro y fueron a dar al monte con asfalto y todo.

.Es por eso que repito, Macorís del mar ha muerto,aquí lo único que late es un grupo de delincuentes que se han adueñado de la ciudad y una perrita chiguagua que se llama chiquita que juega en mi casa ajena con sus ladridos,en la cárcel que me ha tocado construir como morada para mi familia y mía propia.

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